Era el segundo año que bailábamos por Navidad en esa residencia de Rubí. Tres plantas y dos o tres bailes por planta.
Empezamos bailando por la planta donde están los abuelitos más perjudicados. Allí estábamos todas/os, esperando a que al cd le diera la gana de funcionar. Cuando sonó la música empezamos a bailar con la tranquilidad que da que tu público no preste mucha atención.
En medio del baile se empezó a escuchar unos susurros inquietantes. Entre vuelta y vuelta descubrimos que provenían de una viejita, con todo el pelo echado en la cara (al estilo de la niña de The ring pero con 90 años), sentada en una gran silla. Lo que nos estaba diciendo la señora eran cosas como: "señoritas de dudosa moral" o bailáis como "señoritas de dudosa moral"…
El chico que bailaba con nosotras cometió el error de ponerse cerca de ella en uno de los bailes, y casi pierde la cabeza de una colleja.
Mientras bailábamos nos vino a la mente tantas horas de ensayos y los comentarios de nuestra profesora, y nos entró la risa floja.
Al acabar las actuaciones, una de las cuidadoras de la residencia vino a disculparse por los “piropos” de la señora, alegando que no estaba bien...
No hay comentarios:
Publicar un comentario